• ¿CUANTO VALE MI EMPRESA?

En los tiempos que corren muchos son los empresarios que, hastiados de los vaivenes de la crisis, carecen de fuerzas para seguir luchando y deciden vender su empresa, una decisión cuyas consecuencias se verán más claramente a largo plazo.

Sin embargo, para acometer el primer proceso, vender la empresa, es necesario conocer cuánto vale. Calcular el valor de una empresa, que no su precio, es una labor complicada y cuestionada, ya que el proceso de valoración no forma parte de una ciencia exacta y su evaluación depende de criterios subjetivos. Como «solo los necios confunden valor y precio», tal y como advertía Antonio Machado, veamos cuáles son los métodos más fiables para no incurrir en esta torpeza.

El consenso del mercado distingue, principalmente, entre dos grupos de métodos de valoración. Los criterios estáticos y los criterios dinámicos. Los primeros son los que intentan determinar el valor de una empresa en un momento dado (aquí distinguimos entre el valor contable o de liquidación y entre la valoración por múltiplos comparables, tanto de transacciones similares como de empresas cotizadas comparables, que son los más utilizados). Los segundos, los dinámicos, analizan la empresa como un ente en funcionamiento y por ente es el que mejor muestra cuáles son los motores del valor de la compañía. Dentro de este grupo de procedimientos de valoración sobresale el descuento de flujos de caja libres.

En el escenario actual de impasse económico, los métodos estáticos pierden objetividad, ya que realizan la valoración en el peor momento posible, con el riesgo conocido de la caducidad de la crisis, puesto que esta, afortunadamente, no va a ser eterna. Por ejemplo, en el método de valoración de múltiplos comparables es difícil elegir los múltiplos a emplear, ya que en 24 meses la foto ha cambiado completamente, por lo que apenas existe información relevante para utilizar en la valoración.

Por tanto, en tiempos de crisis, la técnica de descuentos de flujos de caja libres puede ser la más apropiada, aunque siga teniendo grandes incertidumbres, siendo la principal de ellas el cálculo del valor residual, que puede suponer hasta un 70% del valor final de la empresa. Otra gran incógnita a resolver en este procedimiento es la tasa de descuento aplicada, que lleva aparejada una gran sensibilidad a los cambios, por pequeños que estos sean. De hecho, variaciones en 50 puntos básicos pueden cambiar el resultado de la valoración en un porcentaje elevadísimo. A todas estas vacilaciones se debe de añadir la nada despreciable prima de riesgo que hay que aplicar en estos tiempos.

Para corregir algunos de los problemas que puede tener este método, no debemos olvidar que en tiempos de crisis es fundamental ampliar el horizonte temporal y tener en cuenta más que nunca las expectativas económicas del sector, la estructura de costes de la empresa y la flexibilidad de la misma.

En el escenario actual de cambio y variación constante, los métodos dinámicos demuestran ser más apropiados, ya que permiten conocer de una manera más exacta y precisa el valor de una empresa, aun con el riesgo de tener en cuenta hipótesis que puede que no se cumplan finalmente. En cambio, los métodos estáticos ofrecen mayor fiabilidad en cuanto a los parámetros empleados, especialmente en el caso del método de múltiplos, ya que no intervienen hipótesis a futuro, sino el valor a fecha del análisis. Sin embargo, dan una valoración menos precisa, por la misma naturaleza cambiante y evolutiva del mercado y la economía. Coloquialmente podríamos decir que los métodos estáticos ofrecen una fotografía de la empresa en primer plano, mientras que los métodos dinámicos ofrecen una fotografía de plano general.

Con la crisis no cambian las teorías ni las metodologías, sino las circunstancias, las percepciones y los parámetros.

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